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This article was originally published by Devex here.

 

In many ways, Colombia is a modern success story in the implementation of democracy. The nation is a strong emerging market and a beacon of light in a Latin American region currently gripped by political instability. For decades, the Colombian political establishment has proven quite resilient, and stands as a model for neighboring countries seeking to follow its lead. However, in negotiations over the peace deal recently approved by the Colombian Congress, the country has been forced to confront its divisive, often violent history, and is on the verge of a pivotal moment as it seeks to implement the deal’s terms. 

The nature of the deal and its approval process has raised many concerns that certainly have merit. These reservations were the reason the deal was rejected in Colombia’s popular vote. However, the fact is that the revised agreement has been approved, so Colombians should pivot their focus toward initiatives that will help ensure the continued, effective implementation of the deal and protect Colombia’s democracy. An aggressive crackdown on cocaine production and the implementation of the United Nations Sustainable Development Goals are good places to start. However, above all else, Colombia must begin the implementation process by eradicating corruption from both the public and private sectors if the peace deal is to succeed.

For Colombia, this is easier said than done, as corruption in the country runs deeper than bribery and surface-level collusion between government officials and private-sector representatives. The nation’s struggle with corruption is a longstanding area of concern; one that began decades ago and has permeated nearly every aspect of society. Impunity, a concentration of power at the executive level, and a lack of transparency have given rise to widespread corruption in Colombian government, and urgent structural changes are needed to achieve lasting reform. To eradicate corruption, Colombia should start by increasing the investigative powers of its National Electoral Council, ensuring the financial independence of all oversight committees, and reviewing legislation governing campaign finance. 

In Colombia’s fight for peace and transparency, it would do well to remember that corruption is not exclusive to the public sector. Recently, over 40 people were implicated in a corruption scandal involving Odebrecht, a multi-national corporation accused of contributing millions of U.S. dollars to political campaigns across Latin America in exchange for project contracts. In addition to current public officials, Odebrecht’s transgressions involved numerous C-Suite level executives and companies in line for construction projects under Colombia’s 4th Generation infrastructure plan. Such scandals undermine the integrity of democracy and can lead to serious disillusionment between governments and their people. In fact, the Concordia Research Index shows that corruption of this nature impedes civic engagement and the health of democracy in developing countries. Unless Colombia enacts clear, concise, and hyper-aggressive legislation combating corruption, its people will remain divided and skeptical of those in power, and peace will continue to prove elusive.

Of course, the Colombian government cannot effectively implement the peace deal or eradicate corruption on its own. Support from the United States and other regional actors in these processes will be crucial to lasting peace in Colombia. However, the country must take charge of its own future, and oversight of the implementation process must arise organically and of its own accord. Here, the public-private partnership model is quite applicable. Colombia should consider creating an independent, impartial body comprised of leaders from the public and private sectors to oversee the implementation process and prevent corruption. Such an institution could leverage the leadership of the public sector with the resources of the private sector, and might prove valuable in creating consensus and approval among social groups concerned with how the peace deal will affect the nation going forward. In the wake of one of the biggest corruption scandals in history, Colombia has a unique opportunity to seize this moment and reject business as usual. Through partnership and substantive reform, it can make major progress in eradicating corruption. Forums like the Concordia Americas Summit in Bogotá on February 21 represent a unique opportunity to develop meaningful partnerships, and we look forward to fostering collaboration for a better future in Colombia and beyond at the Summit in Bogotá.

About Concordia

Concordia is a registered 501(c)(3) nonprofit organization that enables public-private partnerships to create a more prosperous and sustainable future. As equal parts convener, campaigner, and idea incubator, Concordia is creating a new model for how a nonpartisan, nonprofit can have a global impact. www.concordia.net #Concordia17

 

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La Transparencia y el Camino a la Paz

Abriendo el telón, erradicando la corrupción, y protegiendo la democracia 

María Paula Correa, Directora Senior de Participación Estratégica, Concordia

De muchas maneras, Colombia es un ejemplo exitoso y reciente de implementación de democracia. La nación es un mercado emergente y una luz guía en la región Latino Americana, la cual viene siendo dominada por una creciente inestabilidad política. Sin embargo, el país fue forzado a confrontar su historia violenta y divisiva durante las negociaciones sobre el tratado de paz, que fueron aprobadas recientemente en el Senado Colombiano. Al mismo tiempo, Colombia está en un punto decisivo mientras busca implementar los términos del histórico acuerdo.

La naturaleza del tratado y el proceso de aprobación han planteado preocupaciones que ciertamente tienen mérito. Estas preocupaciones fueron la razón por la cual el tratado fue inicialmente rechazado por los Colombianos en el Referendo. Sin embargo, el hecho es que posterior a las revisiones, el tratado ha sido efectivamente aprobado. Consecuentemente, los Colombianos deben aceptar dicho tratado, y enfocarse en iniciativas que contribuyan a un desarrollo efectivo de la democracia en Colombia. Medidas severas en contra de la producción de cocaína, esfuerzos a favor de la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y la revisión de la legislación que gobierna el financiamiento de campañas políticas son pasos que marcan un buen comienzo. Sin embargo, antes de comenzar la implementación del tratado, Colombia debe eliminar la corrupción de ambos sectores público y privado para garantizar el éxito del tratado de paz.

En el caso de Colombia esto es más fácil decirlo que hacerlo, dado que la corrupción en el país es un problema más profundo que simples sobornos, y va más allá de la colusión entre representantes del gobierno y del sector privado. La lucha del país con temas de corrupción ha sido una preocupación persistente, la cual se ha filtrado a diferentes áreas de la sociedad desde décadas atrás. La impunidad, la concentración de poder en el nivel ejecutivo, y la falta de transparencia ha dado pie a la propagación de corrupción en diferentes niveles del gobierno. Se necesitan urgentemente cambios estructurales para conseguir reformas duraderas. Para erradicar la corrupción, Colombia debe comenzar por incrementar los poderes investigativos del Consejo Nacional de Elecciones, asegurando la independencia financiera de los comités de vigilancia, y revisar legislación que gobierna el financiamiento de campañas políticas. 

En la batalla de Colombia por la paz y la transparencia, serviría recordar que la corrupción no es un problema exclusivo al sector público. Recientemente, más de 40 personas fueron implicadas en un escándalo de corrupción involucrando a Odebrecht, una de las multinacionales más grandes de la región acusada de contribuir millones de dólares a campañas políticas a cambio de concesiones millonarias. Estas transgresiones involucraron una serie de ejecutivos corporativos de nivel senior y firmas en competencia por proyectos de construcción del plan de cuarta generación de infraestructura Colombiana. Escándalos como este restan autoridad a la integridad democrática y tienen el potencial de crear un sentimiento de desilusión y apatía de parte de la población. El Concordia Research Index muestra como la corrupción impide el compromiso civil y tiene un efecto negativo sobre la estabilidad de instituciones democráticas en países en vía de desarrollo. A menos que Colombia apruebe legislación suficientemente clara, concisa y determinada para combatir la corrupción, la población se mantendrá dividida y escéptica de los que gobiernan, y en últimas los prospectos de paz continuaran a ser elusivos.

Claramente, el gobierno de Colombia no puede implementar el tratado de paz de manera efectiva o erradicar la corrupción sin ayuda. El apoyo de los Estados Unidos y otros actores regionales en este proceso será crucial para asegurar una paz duradera en Colombia. Sin embargo, el país debe hacerse cargo de su propio futuro, y la vigilancia del proceso de implementación deber ascender orgánicamente y por acuerdo propio. Aquí es donde el modelo de alianzas público privadas puede ser aplicado. Colombia debe considerar la creación de un cuerpo independiente e imparcial compuesto de líderes del sector público y privado para supervisar el proceso de implementación y prevenir la corrupción. Este tipo de institución podría tomar ventaja y utilizar el liderazgo que existe en el sector público y los recursos del sector privado. Al mismo tiempo la institución tendría el importante potencial de crear consenso y obtener la aprobación de los grupos sociales preocupados con el impacto que tendrá el tratado de paz en el futuro de la nación. De cara a uno de los escándalos de corrupción más grandes en la historia del país, Colombia tiene la oportunidad única de aprovechar los recientes eventos y rechazar los patrones históricos. Mediante alianzas y reformas substantivas, se puede hacer progreso en la erradicación de la corrupción. Cumbres y plataformas como la de Concordia Américas Summit en Bogotá el 21 de febrero representan una oportunidad valiosa para desarrollar alianzas significativas, y esperamos fomentar la colaboración con el fin de un mejor futuro para Colombia, más allá de la culminación de nuestra cumbre en Colombia.

Sobre Concordia

Concordia es una organización sin ánimo de lucro, con la misión de fomentar la creación de alianzas público privadas para un futuro próspero y sostenible. Concordia sirve como una incubadora de ideas, implementador de campañas para impacto social y plataforma para reunir a líderes globales, creando un nuevo modelo como organización sin fines de lucro con impacto positivo a nivel global. www.concordia.net #Concordia17